El códice del
cual ofrecemos hoy algunos ligeros tronos, es más notable por la
originalidad y caprichosa fantasía que ha desplegado el iluminador
en sus orlas, que por el mérito de la ejecución y los detalles.
Estudiando con cuidado las extravagantes composiciones y figuras que se descubren por entre las revuelas hojas del adorno y las sierpes, endriagos, quimeras y animales fantásticos en que abunda, estamos seguros que un paciente erudito encontraría al lado de los graves rezos del oratorio católico, una especie de glosa humorística y profana, salpicada de alusiones satíricas, recuerdos históricos y detalles de las costumbres de la época á que pertenece el libro.
De los tres episodios que entre los innumerables que enriquecen el códice, hemos sacado un apunte: en el primero se ve revuelta con el follaje que forma al desenvolverse la larga cola de una bicha ornamental, la figura de una mujer que tiene un niño en brazos, el cual parece como que desea coger un sol con las manos; en el segundo se nota un animal con busto de hombre y mitra en la cabeza que acomete a estacazos a dos seglares de los cuales uno espera impasible y el otro parece huir; finalmente, en el último, se advierte con facilidad el recuerdo del pasaje de las Santas Escrituras referente a Job, aunque interpretado en la forma característica de la Edad media.
Volver a Toledo en la obra de Bécquer.